Infierno de barro

27 febrero, 2006 ·


Voy a intentar relatar lo que ocurrió el domingo en la Duatlón de Montaña de Súria.
Aviso que me ha quedado un relato tipo piedra de silleria, así que prepárate un café y relájate que va para largo.
A las 7:30 nos encontramos el Maestro Alfons y yo en la puerta de su casa. Llenamos su coche con las bicicletas y las bolsas y camino a Súria.
El día no pintaba nada bien meteorológicamente hablando pues, aunque los oráculos habían anunciado que no empezaría a llover hasta el mediodía, las nubes negras parecían desmentirlos, y vaya si los desmintieron.
8:30 llegamos a Súria y al bajar del coche nos da una bofetada de aire frío que nos recuerda que ya estamos en la Cataluña central. Recogemos los dorsales y el chip y nos recuerdan cinco veces que, al acabar, hay que devolverlo todo. Que sí hombre, que sí.
Tomamos un café y empezamos a prepararnos. Nos ponemos la ropa de faena, preparamos el material de ciclismo, nos colocamos dorsales y chips y para la zona de transición. Empieza a llover.

A la entrada un juez me para y comprueba que lleve todo:

  • Dorsal en la bici, si
  • Dorsal en el pecho, si
  • Chip en la zapatilla, si
  • Casco, si

"Puedes pasar". Jo, vaya ITV, esto parece que va en serio.

Mientras estoy dejando el material de ciclismo sobre mi silla veo a un amiguete justo al lado.
"Ostia Paco, ¿qué haces tú por aquí?", "Pues nada, estos amigos que me han engañado".
¿Dónde he oido yo esta historia? Nos deseamos suerte para la carrera y vamos a calentar.

Entre los nervios que tengo y el frío que hace no puedo parar de tiritar. Los corredores tienen una pinta de lo más profesional y no puedo evitar sentirme intimidado. Soy consciente de que voy a sufrir, pero no me imaginaba que tanto.

La hora se acerca. Se empiezan a oir los silbatos de los comisarios que nos convocan, así que vamos a la línea de salida. Un trabucaire da la salida de un disparo de trabuco y salimos en manada.

Empieza la primera subida todavía por las calles del pueblo en dirección a la montaña e intento aislarme del ambiente y no dejarme arrastrar por el grupo. "Tienes que ir a tu ritmo" me digo, pero es difícil. Me veo que voy de los últimos y pienso que ya recuperaré en el tramo de bici. Ingénuo.

De golpe nos desvían de la pista por la que íbamos y nos meten por un sendero cuesta arriba. Se acabó correr, ahora empieza la escalada. El desnivel es tal que incluso cuesta subirlo andando.

Cuando Alfons me pasó la información sobre la Duatlón y vi el perfil del primer tramo a pie, le pregunté en broma si habría cuerdas para poder escalar. Poco me podía imaginar que esa broma se haría realidad, pues en uno de los tramos había una cuerda con nudos para poder superar la pared que había. Risas entre los corredores comentando que parecía "Humor amarillo".

Superamos este tramo y seguimos subiendo/escalando agarrando los árboles para poder trepar. Me empiezan a doler los lumbares y aunque se que llevo algunos corredores detrás, soy consciente de que voy de los últimos. Durante un rato voy solo sin nadie por delante ni nadie por detrás. Empiezo a comerme el coco, mientras intento sin éxito que el dolor se me pase.

Poco a poco se acerca por detrás otro corredor al que a partir de ahora me referiré como el "superabuelo". Es un veterano pero va mejor que yo pues poco a poco se va acercando. No intento apretar pues no puedo así que al final de la subida ya lo tengo justo detrás.
Ha sido una subida infernal pero ya se ha terminado, ahora viene la bajada.

Es por una pista ancha y llena de barro. El "superabuelo" me dice que mejor que corra por los lados pues el centro está muy resbaladizo. Le hago caso y bajo corriendo a buen ritmo. Me comenta que la subida en bici es peor que lo que hemos subido corriendo, pero, sinceramente, no le creo.

Poco a poco lo dejo atrás y llego a la zona de transición en solitario. Todavía queda alguna bici, así que no voy el último, de momento. Me pongo el casco, me cambio las zapatillas y salgo empujando la bici. Como el "superabuelo" no se cambia las zapatillas, sale antes que yo. Hay un trozo llano donde meto plato grande y empiezo a tirar. Me como un gel pues la subida en bici también se las trae.

Pillo al "superabuelo" y sigo adelante. Se acaba el tramo llano y la subida nos recibe con una curva a derechas con cantidad de gravilla suelta. Un miembro de la organización me avisa, pero la subo sin problemas y sigo sobre la bici. Delante mio un grupo de tres ya empujan la bici. Es lo que yo esperaba, empezar a recuperar puestos en el tramo de bicicleta.
Antes de poder atrapar a los tres de delante, me sorprendo de que no puedo subir la cuesta.
"¿Qué pasa aquí?". La rueda de delante está atrancada de barro y no gira. Me bajo y empujo, pero la bici no anda ni empujándola.

Estoy perplejo. Jamás me había pasado nada igual. He pasado por pistas con barro, pero como este no. Es un barro que se pega y forma una pelota que me bloquea por completo la rueda. El puente de la horquilla "limpia" el neumático y emboza el espacio entre el puente y el neumático. ¡¡Es alucinante!!. Limpio con la mano la pelota de barro y sigo empujando la bici. No he andado más de 10 metros y otra vez la rueda delantera no gira. Empiezo a maldecir en arameo. Miro para arriba y veo que todavía falta muchísima subida. Esto se pone muy, pero que muy chungo.
El trío de delante ya ha desaparecido y por detrás se acerca poco a poco, despacio pero sin pausa, el "superabuelo".

Cuando llega a mi altura, veo que a pesar de tener una horquilla con menos paso de rueda no tiene tantos problemas con el barro como yo.
Me comenta que toda la subida está así y que todavía falta muchísimo para llegar arriba.
Me hundo en la miseria más profunda mientras se va empujando su bici y yo no puedo ya con mi alma... y mucho menos con una bici que no rueda.
Es en ese momento cuando me vienen a la cabeza todos los pensamientos negativos que se deben evitar, pero que en ese momento fluyen libremente y sin control.

Intento coger la bici en brazos pero con todo el barro que llevo en los neumáticos la bici pesa unos 20 quilos, así que desisto.

Por un instante se me pasa por la cabeza dar la vuelta y volver al pueblo, pero yo que iba a recuperar el terreno perdido en bici, que soy un "especialista" en bici (jajaja), ¿abandonar en el tramo ciclista?. No puedo permitirme esa autotraición, por lo que sigo desatrancando el barro de la rueda delantera y empujando la bici cuesta arriba.

Delante llevo un neumático Specialized de perfil 2.0 y detrás un Maxxis de 1.9. Definitivamente no he escogido los mejores neumáticos para la ocasión. Bueno, de hecho, no he escogido nada, son los mismos neumáticos que llevo siempre pero jamás había visto un terreno con tanto barro. El trasero al tener menos sección no se atranca casi nada pero el delantero tiene un taqueado más espeso y es totalmente imposible hacerlo girar.

Llega una pequeña bajada. En plato pequeño y pedaleando consigo bajarla mientras las gomas empiezan a escupir parte del barro que llevaban. Por lo menos se han limpiado un poco, pero no dura la alegría en casa del pobre. Vuelve a atrancarse y yo vuelvo a empujar.

Durante muchísimo rato no veo a nadie ni por delante ni por detrás. Cuando me doy cuenta estoy "Pedro Navaja" a grito pelao en medio de la montaña. Me centro en el estribillo: "La vida te da sorpresas. Sorpresas te da la vida". "Pedro Navaja matón de esquina, quien a hierro mata a hierro termina".
Por lo menos dejo de pensar mientras intento recordar la letra completa de la canción.

Sigo sin ver a nadie. Del primer tramo a pie, se que llevo a algunos detrás, pero la verdad es que no me importa mucho si voy el último o todavía más atrás, ahora sólo me preocupa llegar al pueblo, si es que puedo.

Al girar una curva me encuentro un 4x4 de la organización. Me ofrecen agua y yo les pido un Karcher pero no llevan en ese momento, así que acepto el agua y les pregunto por el perfil de lo que me falta. "Enseguida llegas arriba, un poco de llano y luego la bajada". No me fío mucho, pues seguro que mi cara despierta la compasión humana y me han mentido para que no llore allí mismo.

Me despido y sigo subiendo. Realmente la subida se acaba y empieza una pequeña bajada con el mismo barro y donde es casi imposible girar en las curvas. Suerte que por lo menos a los frenos de disco no les afecta el barro y puedo parar la bici.

Otra vez la fuerza centrífuga (¿o era centrípeta?) me limpia un poco las ruedas... hasta que llega el "llano", donde puedo montar un poco en plato pequeño.
Veo a mi amigo Paco y un amigo suyo terminando de arreglar un pinchazo. Me animo pues hay gente por delante que no me lleva tanta distancia. Les saludo y tiro palante.

Vuelvo a quedarme atrapado en el barro. Empujo y al rato veo a otro corredor que va peor que yo. Me pide algo de comer pero no llevo nada. Pensaba que encontraría algo de comida en los habituallamientos, pero no ha sido así, por lo que el "tío del mazo" le está dando una tunda que paqué.

Lo dejo atrás y sigo. Me adelantan tres motos de enduro que pasan con una facilidad pasmosa sobre el barro que a mi me tiene atrancado. ¡¡Mi reino por una KTM!!.

Mientras sigo empujando y desantrancando la rueda me adelanta Paco pedaleando sobre su bici, pero viene solo sin su amigo pinchado. Nos volvemos a saludar y confirmo que mi neumático delantero no sirve para barro. Él pedalea mientras yo desatranco la rueda. Vuelvo a maldecir en arameo y me acuerdo de toda la familia del pobre Ned Overend -jefazo de Specialized-, mientras prometo no volver a comprarle una goma más en mi vida.

Al ratito atrapo a una chica que maldice más que yo. Está en mi misma situación, pero con el agravante de que su bici no frena pues lleva frenos en V que con la llanta llena de barro casi no funcionan. Me pregunta si tengo idea de cuanto falta, pero mi cuentaquilómetros ha dejado de marcar ya hace rato. Seguramente el barro habrá tenido algo que ver. Llegamos a la estimación de que deben faltar unos 7 u 8 quilómetros. Se nos cae el mundo encima... otra vez.

Nos despedimos hasta la siguiente trampa de barro, pero milagrosamente empieza la bajada de verdad. Me la juego un poco bajando y aunque en las curvas tengo que sacar los pies pues la bici casi no gira sobre el barro, consigo empezar a montar en bici.
Sigo bajando a tope y en una trampa de barro me patinan las dos ruedas a la vez y casi me caigo. Hoy sólo me faltaba un buen piñazo.

Continúo con un poco más de cuidado y la pista se vuelve de gravilla. Ahora el barro de las ruedas usando la gravilla como metralla, me machaca toda la cara. Suerte de las gafas. Hace daño, pero por lo menos puedo meter plato grande y pedalear con fuerza. ¡¡¡Ya era hora!!!.

Adelanto a un pobre que ha partido la patilla del cambio. Me mira con cara de pena, pero no puedo hacer nada por ayudarlo. Mala suerte.

Sigo a toda pastilla hasta la zona de la "trialera" donde una chica de la organización me avisa del peligro de las piedras mojadas y me anima diciendo que quedan sólo dos quilómetros hasta el pueblo.

Más que una trialera, es lo que los americanos llaman un "single track", que en perfecto castellano viene a ser un sendero, aunque había dos escalones delicados que los bajo a pata más que nada por todo el barro que tienen las piedras y mis gomas y para conservarme entero.

Adelanto a otro corredor con otra patilla del cambio rota. Vaya epidemia.

Cuando estoy llegando a la zona de transición, veo que ya hay corredores que están montando las bicis en los coches y otros que está lavándolas con unas mangueras que la organización ha habilitado.

Al final va a ser verdad que voy a llegar de noche.

Me quito el casco, las zapatillas de bici y me pongo las zapas. Decido quitarme los guantes pues están chorreando de barro y agua.

Empiezo a correr y me doy cuenta de que me encuentro fatal. El gemelo izquierdo amenaza con contracturarse pero decido no escuchar su advertencia. Adelanto a un corredor que está parado estirando y maldiciendo.

El segundo tramo de carrera empieza por un paseo fluvial bien llanito. Llego a un puente y cruzo al otro lado del río. Pienso que esto ya se acaba, media vuelta y listos, pero una señorita de la organización me recuerda que hay que subir al castillo de Súria. Bueno, de perdidos al río.

Empiezo a subir por las empinadas callejuelas medievales y toda va bien hasta que llego a un tramo de escaleras. No puedo con mi alma, sigo subiendo agarrado a la barandilla y andando. El corredor que adelanté viene tras de mi y hablamos sobre la gran idea de añadir escaleras al final del recorrido.

Por fin llego arriba del todo y ahora hay que bajar. Al bajar el tercer escalón, mi cuadríceps izquierdo dice que ya ha tenido bastante y se contrae sin venir a cuento dejándome cojo y aullando de dolor. Intento estirarlo pero se ha emancipado y no obedece, así que a la pata coja sigo bajando escaleras, mientras el otro corredor me adelanta.

Cuando se acaban las escaleras vuelvo a correr cuesta abajo pues el cuadríceps se ha soltado, pero ya no puedo recuperar la distancia que me lleva.

Entro en la meta como si hubiera ganado una medalla olímpica. Más contento que unas castañuelas por haber finalizado mi primer duatlón.

Alfons, que evidentemente ya había llegado, me felicita por haber llegado vivo y nos ponemos a la cola para lavar las bicicletas, pues en el estado en que estaban era impensable meterlas en el coche.

Llamada telefónica a la cónyuja para decirle que ya he llegado y de una pieza. Todo un logro.

Nos quitamos la ropa rebozada de barro y chorreado, pues no ha parado de llover en toda la mañana, y nos zampamos un buen trozo de pizza con Coca-Cola, gentileza de la organización. Al coche y para casa.

Ya por la tarde consulto la clasificación y observo para mi sorpresa que he logrado mi objetivo, que, como ya dije, no era otro que quitárle el puesto al último. Bueno técnicamente he sido el "último" pero ha habido una "última" que ha llegado después que yo.

Me hubiera gustado acabar en un puesto más brillante, pero también es cierto que ha habido un 10% de abandonos, con lo cual sólo finalizar ya ha sido un éxito para un piltrafilla como yo.

Mi gran amigo FJ Linares, que sé que lee este blog, me llamó el viernes y me dijo, entre otras muchas cosas, que había que coger experiencia, que el objetivo era acabar y ciertamente tenía toda la razón. Ha sido una experiencia increible. Jamás me había enfrentado a un reto tan duro y he podido superarlo.

Como apartado más positivo, he visto que corriendo no he sido el último a pesar de llevar muy poco tiempo entrenando.

Como apartado más negativo, la frustración de no poder rendir en el tramo ciclista que era donde tenía puestas mis esperanzas. Si el año que viene volvemos, me presentaré con un neumático de 1,7 para barro y seguro que la cosa cambia.

Si has leido hasta aquí, te doy las gracias por aguantar esta reflexión, que seguramente hubiera sido del agrado de Freud.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
11:58 p. m.  

Enhorabuena por la carrera y por ese buen relato que transmite la angustia que has sentido con el barro y tu bicicleta.

Debe ser una prueba de gran dureza.

kebasha dijo...
1:00 p. m.  

Gracias Jaime por tus comentarios.
La verdad es que ha sido lo más duro que he hecho nunca, aunque no es que haya hecho cosas extraordinarias en mi vida, aparte de ser padre.
Ya he leído que también pasaste lo tuyo en Sevilla.
Creo que somos algo masoquistas ¿no?
Un fuerte saludo.

Anónimo dijo...
5:24 p. m.  

¡Madre mía que paliza te has metido tocayo!, lo he leído de un tirón y al acabar me dolía todo el cuerpo.

Enhorabuena por aguantar el tirón y llegar a meta en buenas condiciones, lo de la bicicleta una jugarreta tremenda, por no decir una putada gorda, ya tenía que haber barro.

Repito mi enhorabuena, lo de Piltrafilla lo tendrás que revisar ;-)