De nuevo a la carga

06 marzo, 2006 · 2 comentarios

Todos sabemos que las sesiones de descanso son una parte importante en el entrenamiento, aunque a veces cueste de creerlo. ¿Pero cómo voy a mejorar echando la siesta? Pues doy fe de ello. Me explico.

El domingo por la tarde ya empecé a notar fuertes molestias en las piernas. Daños colaterales como consecuencia de la incursión en las tierras de Gondor, que por cierto, estaban llenitas de orcos disfrazados de duatletas. Cosas del carnaval, supongo.

Esa noche ya dormí fatal pues cada vez que quería darme la vuelta en la cama me despertaba con dolor en las piernas. Al levantarme el lunes por la mañana para ir a trabajar, casi me caigo de morros pues no podía ni andar.

Las contracturas del cuadriceps izquierdo y del gemelo derecho habían mutado en mis piernas y las habían convertido en dos palos de escoba. ¿Cómo voy yo a trabajar así?, pero, ¿cómo llamo para decir que no voy?

Empecé a caminar - es un decir- arriba y abajo por el pasillo de casa hasta que, poco a poco, se empezó a pasar un poco el dolor. Me acordé de las Historias de Santi Palillo y me tomé un espidifen que al cabo de un rato me hizo el efecto que se esperaba.

Así he pasado dos días inolvidables, sobre todo cuando tenía que subir o bajar escaleras.

El miércoles ya tenía decidido volver a los entrenamientos, pero haciendo caso de los sabios consejos de mi cónyuja, cambié la vuelta suave en bicicleta prevista por 1h35’ de siesta española. Si señor, una siesta de Padre Nuestro, pijama y orinal que me devolvió al mundo de los vivos, abandonando el de los zombies, sobre todo en los andares.

Dudo mucho que 1h35’ de siesta pueda considerarse como una sesión de Recuperación Activa, pero lo cierto es que me sentó de maravilla pues me acosté con molestias en las piernas y me levanté como nuevo. Si es que nuestros abuelos ya sabían lo que hacían con la siesta. Con razón los guiris, perdón, turistas extranjeros, cuando vienen a España alucinan.

El jueves por fin salí a dar la aplazada vuelta en bicicleta. Me sentía como el Piraña de Verano Azul, sólo me faltaba el helado. No hacía ni frío ni calor y la montaña ya empieza a oler a primavera. No estaba cansado pero el paseito fue relajado a un ritmo que me daba tiempo de ir mirando el paisaje tranquilamente. ¡Que bonito!

El viernes muy descansado y mejorado de mis daños colaterales, salí a correr. Pensaba hacer un trote ligero por terreno llano sin mayores pretensiones que las de ir estirando las piernas, pero los planes no siempre salen como uno los piensa, ya que después de calentar me empecé a sentir más fuerte que nunca. Iba corriendo sin esfuerzo y a pesar de no tener la sensación de ir rápido, los tiempos de paso eran muy buenos.
Tanto me emocioné que a los 25 minutos ya había llegado a mi Finis Terre particular, que no es otro que el Puerto Deportivo de El Masnou, que hasta el momento se me había resistido. Contento y satisfecho me di la vuelta y volví al punto de partida donde me di un homenaje de estiramientos y para casa. Allí descargué el track del GPS y corroboré que me estoy volviendo un machote.

El sábado tocaba salida con mi Maestro Jedi Alfons para una sesión de Farquaad. A pesar de lo temerario de haber salido a correr la tarde de antes, por la mañana no estaba demasiado machacado. Cometí el error de decírselo a Alfons y me obsequió con 1h5’ de sube-baja a los que le sobraron, para mi gusto, los últimos 10’. Otra vez me callo.

El domingo ya tocaba una salidita bicicletera con cara y ojos, así que volví a quedar Alfons bien tempranito. Esto de madrugar también los fines de semana es difícil de justificar, pero es lo que hay.
Tenía las piernas un poco cansadas del tute del sábado así que decidimos ir tirando y dependiendo de cómo nos encontremos decidir el recorrido.
Nada más empezar nos cruzamos con mi amiguete Jordi “Toti” Ribas, que baja de la montaña corriendo como si le persiguiese un león.
Este sí que es un campeón de los buenos. Creo recordar que fue medalla de bronce en un Campeonato de España de Maratón. Un torpedo de la pradera de mucho cuidado.

Intercambiamos saludos sin pararnos y seguimos subiendo montaña arriba. Para determinar el grado de cansancio acumulado nos cascamos un subidón por un rampote de órdago. Cuando acabamos de subir éste, nos subimos sin pestañear otro rampote conocido popularmente como “el matamachos”, tras lo cual decidimos por unanimidad que por hoy ya está bien de esfuerzos y nos vamos bajando despacito, charlando y recuperando hacia la salida.

En esta charla acabamos de decidirnos a participar en la Cursa de Bombers de Barcelona - 10kms - que se celebrará el 9 de abril próximo.
Realmente creo que nuestra salud mental deja bastante que desear, pues no hemos salido de una y ya estamos metidos en otra y además sin mucho tiempo para planificar la prueba.

Ahora sólo queda entrenar todo lo que se pueda entre siesta y siesta, eso sí.

Infierno de barro

27 febrero, 2006 · 3 comentarios


Voy a intentar relatar lo que ocurrió el domingo en la Duatlón de Montaña de Súria.
Aviso que me ha quedado un relato tipo piedra de silleria, así que prepárate un café y relájate que va para largo.
A las 7:30 nos encontramos el Maestro Alfons y yo en la puerta de su casa. Llenamos su coche con las bicicletas y las bolsas y camino a Súria.
El día no pintaba nada bien meteorológicamente hablando pues, aunque los oráculos habían anunciado que no empezaría a llover hasta el mediodía, las nubes negras parecían desmentirlos, y vaya si los desmintieron.
8:30 llegamos a Súria y al bajar del coche nos da una bofetada de aire frío que nos recuerda que ya estamos en la Cataluña central. Recogemos los dorsales y el chip y nos recuerdan cinco veces que, al acabar, hay que devolverlo todo. Que sí hombre, que sí.
Tomamos un café y empezamos a prepararnos. Nos ponemos la ropa de faena, preparamos el material de ciclismo, nos colocamos dorsales y chips y para la zona de transición. Empieza a llover.

A la entrada un juez me para y comprueba que lleve todo:

  • Dorsal en la bici, si
  • Dorsal en el pecho, si
  • Chip en la zapatilla, si
  • Casco, si

"Puedes pasar". Jo, vaya ITV, esto parece que va en serio.

Mientras estoy dejando el material de ciclismo sobre mi silla veo a un amiguete justo al lado.
"Ostia Paco, ¿qué haces tú por aquí?", "Pues nada, estos amigos que me han engañado".
¿Dónde he oido yo esta historia? Nos deseamos suerte para la carrera y vamos a calentar.

Entre los nervios que tengo y el frío que hace no puedo parar de tiritar. Los corredores tienen una pinta de lo más profesional y no puedo evitar sentirme intimidado. Soy consciente de que voy a sufrir, pero no me imaginaba que tanto.

La hora se acerca. Se empiezan a oir los silbatos de los comisarios que nos convocan, así que vamos a la línea de salida. Un trabucaire da la salida de un disparo de trabuco y salimos en manada.

Empieza la primera subida todavía por las calles del pueblo en dirección a la montaña e intento aislarme del ambiente y no dejarme arrastrar por el grupo. "Tienes que ir a tu ritmo" me digo, pero es difícil. Me veo que voy de los últimos y pienso que ya recuperaré en el tramo de bici. Ingénuo.

De golpe nos desvían de la pista por la que íbamos y nos meten por un sendero cuesta arriba. Se acabó correr, ahora empieza la escalada. El desnivel es tal que incluso cuesta subirlo andando.

Cuando Alfons me pasó la información sobre la Duatlón y vi el perfil del primer tramo a pie, le pregunté en broma si habría cuerdas para poder escalar. Poco me podía imaginar que esa broma se haría realidad, pues en uno de los tramos había una cuerda con nudos para poder superar la pared que había. Risas entre los corredores comentando que parecía "Humor amarillo".

Superamos este tramo y seguimos subiendo/escalando agarrando los árboles para poder trepar. Me empiezan a doler los lumbares y aunque se que llevo algunos corredores detrás, soy consciente de que voy de los últimos. Durante un rato voy solo sin nadie por delante ni nadie por detrás. Empiezo a comerme el coco, mientras intento sin éxito que el dolor se me pase.

Poco a poco se acerca por detrás otro corredor al que a partir de ahora me referiré como el "superabuelo". Es un veterano pero va mejor que yo pues poco a poco se va acercando. No intento apretar pues no puedo así que al final de la subida ya lo tengo justo detrás.
Ha sido una subida infernal pero ya se ha terminado, ahora viene la bajada.

Es por una pista ancha y llena de barro. El "superabuelo" me dice que mejor que corra por los lados pues el centro está muy resbaladizo. Le hago caso y bajo corriendo a buen ritmo. Me comenta que la subida en bici es peor que lo que hemos subido corriendo, pero, sinceramente, no le creo.

Poco a poco lo dejo atrás y llego a la zona de transición en solitario. Todavía queda alguna bici, así que no voy el último, de momento. Me pongo el casco, me cambio las zapatillas y salgo empujando la bici. Como el "superabuelo" no se cambia las zapatillas, sale antes que yo. Hay un trozo llano donde meto plato grande y empiezo a tirar. Me como un gel pues la subida en bici también se las trae.

Pillo al "superabuelo" y sigo adelante. Se acaba el tramo llano y la subida nos recibe con una curva a derechas con cantidad de gravilla suelta. Un miembro de la organización me avisa, pero la subo sin problemas y sigo sobre la bici. Delante mio un grupo de tres ya empujan la bici. Es lo que yo esperaba, empezar a recuperar puestos en el tramo de bicicleta.
Antes de poder atrapar a los tres de delante, me sorprendo de que no puedo subir la cuesta.
"¿Qué pasa aquí?". La rueda de delante está atrancada de barro y no gira. Me bajo y empujo, pero la bici no anda ni empujándola.

Estoy perplejo. Jamás me había pasado nada igual. He pasado por pistas con barro, pero como este no. Es un barro que se pega y forma una pelota que me bloquea por completo la rueda. El puente de la horquilla "limpia" el neumático y emboza el espacio entre el puente y el neumático. ¡¡Es alucinante!!. Limpio con la mano la pelota de barro y sigo empujando la bici. No he andado más de 10 metros y otra vez la rueda delantera no gira. Empiezo a maldecir en arameo. Miro para arriba y veo que todavía falta muchísima subida. Esto se pone muy, pero que muy chungo.
El trío de delante ya ha desaparecido y por detrás se acerca poco a poco, despacio pero sin pausa, el "superabuelo".

Cuando llega a mi altura, veo que a pesar de tener una horquilla con menos paso de rueda no tiene tantos problemas con el barro como yo.
Me comenta que toda la subida está así y que todavía falta muchísimo para llegar arriba.
Me hundo en la miseria más profunda mientras se va empujando su bici y yo no puedo ya con mi alma... y mucho menos con una bici que no rueda.
Es en ese momento cuando me vienen a la cabeza todos los pensamientos negativos que se deben evitar, pero que en ese momento fluyen libremente y sin control.

Intento coger la bici en brazos pero con todo el barro que llevo en los neumáticos la bici pesa unos 20 quilos, así que desisto.

Por un instante se me pasa por la cabeza dar la vuelta y volver al pueblo, pero yo que iba a recuperar el terreno perdido en bici, que soy un "especialista" en bici (jajaja), ¿abandonar en el tramo ciclista?. No puedo permitirme esa autotraición, por lo que sigo desatrancando el barro de la rueda delantera y empujando la bici cuesta arriba.

Delante llevo un neumático Specialized de perfil 2.0 y detrás un Maxxis de 1.9. Definitivamente no he escogido los mejores neumáticos para la ocasión. Bueno, de hecho, no he escogido nada, son los mismos neumáticos que llevo siempre pero jamás había visto un terreno con tanto barro. El trasero al tener menos sección no se atranca casi nada pero el delantero tiene un taqueado más espeso y es totalmente imposible hacerlo girar.

Llega una pequeña bajada. En plato pequeño y pedaleando consigo bajarla mientras las gomas empiezan a escupir parte del barro que llevaban. Por lo menos se han limpiado un poco, pero no dura la alegría en casa del pobre. Vuelve a atrancarse y yo vuelvo a empujar.

Durante muchísimo rato no veo a nadie ni por delante ni por detrás. Cuando me doy cuenta estoy "Pedro Navaja" a grito pelao en medio de la montaña. Me centro en el estribillo: "La vida te da sorpresas. Sorpresas te da la vida". "Pedro Navaja matón de esquina, quien a hierro mata a hierro termina".
Por lo menos dejo de pensar mientras intento recordar la letra completa de la canción.

Sigo sin ver a nadie. Del primer tramo a pie, se que llevo a algunos detrás, pero la verdad es que no me importa mucho si voy el último o todavía más atrás, ahora sólo me preocupa llegar al pueblo, si es que puedo.

Al girar una curva me encuentro un 4x4 de la organización. Me ofrecen agua y yo les pido un Karcher pero no llevan en ese momento, así que acepto el agua y les pregunto por el perfil de lo que me falta. "Enseguida llegas arriba, un poco de llano y luego la bajada". No me fío mucho, pues seguro que mi cara despierta la compasión humana y me han mentido para que no llore allí mismo.

Me despido y sigo subiendo. Realmente la subida se acaba y empieza una pequeña bajada con el mismo barro y donde es casi imposible girar en las curvas. Suerte que por lo menos a los frenos de disco no les afecta el barro y puedo parar la bici.

Otra vez la fuerza centrífuga (¿o era centrípeta?) me limpia un poco las ruedas... hasta que llega el "llano", donde puedo montar un poco en plato pequeño.
Veo a mi amigo Paco y un amigo suyo terminando de arreglar un pinchazo. Me animo pues hay gente por delante que no me lleva tanta distancia. Les saludo y tiro palante.

Vuelvo a quedarme atrapado en el barro. Empujo y al rato veo a otro corredor que va peor que yo. Me pide algo de comer pero no llevo nada. Pensaba que encontraría algo de comida en los habituallamientos, pero no ha sido así, por lo que el "tío del mazo" le está dando una tunda que paqué.

Lo dejo atrás y sigo. Me adelantan tres motos de enduro que pasan con una facilidad pasmosa sobre el barro que a mi me tiene atrancado. ¡¡Mi reino por una KTM!!.

Mientras sigo empujando y desantrancando la rueda me adelanta Paco pedaleando sobre su bici, pero viene solo sin su amigo pinchado. Nos volvemos a saludar y confirmo que mi neumático delantero no sirve para barro. Él pedalea mientras yo desatranco la rueda. Vuelvo a maldecir en arameo y me acuerdo de toda la familia del pobre Ned Overend -jefazo de Specialized-, mientras prometo no volver a comprarle una goma más en mi vida.

Al ratito atrapo a una chica que maldice más que yo. Está en mi misma situación, pero con el agravante de que su bici no frena pues lleva frenos en V que con la llanta llena de barro casi no funcionan. Me pregunta si tengo idea de cuanto falta, pero mi cuentaquilómetros ha dejado de marcar ya hace rato. Seguramente el barro habrá tenido algo que ver. Llegamos a la estimación de que deben faltar unos 7 u 8 quilómetros. Se nos cae el mundo encima... otra vez.

Nos despedimos hasta la siguiente trampa de barro, pero milagrosamente empieza la bajada de verdad. Me la juego un poco bajando y aunque en las curvas tengo que sacar los pies pues la bici casi no gira sobre el barro, consigo empezar a montar en bici.
Sigo bajando a tope y en una trampa de barro me patinan las dos ruedas a la vez y casi me caigo. Hoy sólo me faltaba un buen piñazo.

Continúo con un poco más de cuidado y la pista se vuelve de gravilla. Ahora el barro de las ruedas usando la gravilla como metralla, me machaca toda la cara. Suerte de las gafas. Hace daño, pero por lo menos puedo meter plato grande y pedalear con fuerza. ¡¡¡Ya era hora!!!.

Adelanto a un pobre que ha partido la patilla del cambio. Me mira con cara de pena, pero no puedo hacer nada por ayudarlo. Mala suerte.

Sigo a toda pastilla hasta la zona de la "trialera" donde una chica de la organización me avisa del peligro de las piedras mojadas y me anima diciendo que quedan sólo dos quilómetros hasta el pueblo.

Más que una trialera, es lo que los americanos llaman un "single track", que en perfecto castellano viene a ser un sendero, aunque había dos escalones delicados que los bajo a pata más que nada por todo el barro que tienen las piedras y mis gomas y para conservarme entero.

Adelanto a otro corredor con otra patilla del cambio rota. Vaya epidemia.

Cuando estoy llegando a la zona de transición, veo que ya hay corredores que están montando las bicis en los coches y otros que está lavándolas con unas mangueras que la organización ha habilitado.

Al final va a ser verdad que voy a llegar de noche.

Me quito el casco, las zapatillas de bici y me pongo las zapas. Decido quitarme los guantes pues están chorreando de barro y agua.

Empiezo a correr y me doy cuenta de que me encuentro fatal. El gemelo izquierdo amenaza con contracturarse pero decido no escuchar su advertencia. Adelanto a un corredor que está parado estirando y maldiciendo.

El segundo tramo de carrera empieza por un paseo fluvial bien llanito. Llego a un puente y cruzo al otro lado del río. Pienso que esto ya se acaba, media vuelta y listos, pero una señorita de la organización me recuerda que hay que subir al castillo de Súria. Bueno, de perdidos al río.

Empiezo a subir por las empinadas callejuelas medievales y toda va bien hasta que llego a un tramo de escaleras. No puedo con mi alma, sigo subiendo agarrado a la barandilla y andando. El corredor que adelanté viene tras de mi y hablamos sobre la gran idea de añadir escaleras al final del recorrido.

Por fin llego arriba del todo y ahora hay que bajar. Al bajar el tercer escalón, mi cuadríceps izquierdo dice que ya ha tenido bastante y se contrae sin venir a cuento dejándome cojo y aullando de dolor. Intento estirarlo pero se ha emancipado y no obedece, así que a la pata coja sigo bajando escaleras, mientras el otro corredor me adelanta.

Cuando se acaban las escaleras vuelvo a correr cuesta abajo pues el cuadríceps se ha soltado, pero ya no puedo recuperar la distancia que me lleva.

Entro en la meta como si hubiera ganado una medalla olímpica. Más contento que unas castañuelas por haber finalizado mi primer duatlón.

Alfons, que evidentemente ya había llegado, me felicita por haber llegado vivo y nos ponemos a la cola para lavar las bicicletas, pues en el estado en que estaban era impensable meterlas en el coche.

Llamada telefónica a la cónyuja para decirle que ya he llegado y de una pieza. Todo un logro.

Nos quitamos la ropa rebozada de barro y chorreado, pues no ha parado de llover en toda la mañana, y nos zampamos un buen trozo de pizza con Coca-Cola, gentileza de la organización. Al coche y para casa.

Ya por la tarde consulto la clasificación y observo para mi sorpresa que he logrado mi objetivo, que, como ya dije, no era otro que quitárle el puesto al último. Bueno técnicamente he sido el "último" pero ha habido una "última" que ha llegado después que yo.

Me hubiera gustado acabar en un puesto más brillante, pero también es cierto que ha habido un 10% de abandonos, con lo cual sólo finalizar ya ha sido un éxito para un piltrafilla como yo.

Mi gran amigo FJ Linares, que sé que lee este blog, me llamó el viernes y me dijo, entre otras muchas cosas, que había que coger experiencia, que el objetivo era acabar y ciertamente tenía toda la razón. Ha sido una experiencia increible. Jamás me había enfrentado a un reto tan duro y he podido superarlo.

Como apartado más positivo, he visto que corriendo no he sido el último a pesar de llevar muy poco tiempo entrenando.

Como apartado más negativo, la frustración de no poder rendir en el tramo ciclista que era donde tenía puestas mis esperanzas. Si el año que viene volvemos, me presentaré con un neumático de 1,7 para barro y seguro que la cosa cambia.

Si has leido hasta aquí, te doy las gracias por aguantar esta reflexión, que seguramente hubiera sido del agrado de Freud.

No way out

22 febrero, 2006 · 2 comentarios


Ya está. Ahora ya no hay marcha atrás. La única huida es hacia adelante.
Ayer finalizamos la inscripción a la duatlon, con lo que el tema ya se ha materializado por completo. Ya no hay escapatoria. No quedan excusas.
Tengo como una especie de vacío en el estómago que no desaparece ni cuando como, así que hambre no debe ser.
Debe ser una especie de canguelo ante lo que se me viene encima.
Está de más decir que intento pensar que no hay presión, que se supone que vamos a disfrutar de la ocasión, que mi único objetivo es quitarle el puesto al último, pero lo siento, no lo puedo evitar.
Me faltan cuatro días y estoy de los nervios.
Sobre la bici no me veo mal después de un par de salidas este fin de semana y otra ayer, pero en la carrera ya es otra cosa. Me falta seguridad y es lo que me provoca estos nervios.
Esta tarde, si no pasa nada, haré 45' de R1 para mover un poco las piernas y recordarme que soy un piltrafilla.
¡Toy azutao!

Vaya vuelta

17 febrero, 2006 · 3 comentarios


Hoy por fin he podido dar una vuelta.
No, como la de Bisbal no. Ha sido un poco diferente, aunque me hubiera gustado tener público porque la cosa se lo merecía.
Mi Maestro Jedi Alfons me ha ordenado un plan de entrenamiento para lo que queda de semana hasta el día D que es el 26 de febrero.
El plan empezaba mañana con 9-10 kms de Farquaad. Yo que soy muy obediente gracias a que mi madre desde pequeñito me lo enseñó, no he esperado a mañana y hoy mismo me he puesto manos a la obra.
Lo de la vuelta viene porque ya me estaba cansando de hacer circuitos de ida y vuelta por el mismo camino pero hoy ha sido diferente.
Me he vuelto a dirigir a la montaña de Badalona y ni corto ni perezoso, bueno un poco perezoso sí, he empezado a subir p'arriba.
Como bien dice mi Maestro Jedi, eso no es técnicamente un Farquaad, pero jode igual.
Hoy me he propuesto subir todavía más arriba para hacer una prueba de cara al día D, así que cuando he llegado al lugar donde el miércoles me di la vuelta, he continuado subiendo, cascándome casi 5 kms seguidos de subida por pista -no de atletismo sino forestal-.
A continuación he bajado por una trialera de la muerte.
Una trialera para los que lean esta historia y no vengan del mundo del BTT, es como una especie de camino, habitualmente cuesta abajo -porque para arriba no hay quien las suba- llenito de piedras, raices, escalones y demás obstáculos, donde las posibilidades de salir por encima del manillar y romperte la crisma, se acercan al 100%.
Pues eso, que he bajado por una trialera que sólo los más osados bikers, armados de bicis de freeride, cascos integrales, rodilleras y coderas son capaces de bajar subidos sobre la bici. Iba andando y con mucho cuidado pues aunque iba a pie y no en bici, las posibilidades de estrellarme seguían siendo altas y lo último que quiero es lesionarme ahora.
He seguido bajando hacia el Hospital del Can Ruti y luego hacia el principio de la ruta.
No he querido mirar el GPS hasta llegar abajo, pero cuando lo he hecho me he quedado flipando:
10,420 metros -que se convierten en la nueva mayor distancia recorrida corriendo en toda mi vida- en 1:13:54.
En mi vida he corrido una hora y cuarto sin parar y todavía estoy entero y con fuerza en los dedos para escribir. Hay que ver lo resistente que es el cuerpo humano, aunque el mío algo menos.
Hoy como novedad y para los más curiosos, voy a incluir dos enlaces para que podáis ver por donde corro y el perfil del recorrido de hoy.

Subidón, subidón

15 febrero, 2006 · 2 comentarios


Hoy he visto en algún noticiario televisivo que los chicos de Disney han presentado en sociedad una nueva montaña rusa llamada Everest - espero que nadie haya cobrado por dejarse las neuronas pensando el nombre- y para eso han montado un american show en Nueva York con gente paseando por las paredes de unos rascacielos de Manhattan.
La imagen que encabeza este comentario no es el perfil de esta nueva atracción de feria, no. La cosa es mucho más grave. Me explico.
En las primeras reflexiones con que iniciaba este blog hacía mención al motivo por el que tras abandonar la máxima de "correr es de cobardes", me he metido en este lío y es que a Alfons se le ha puesto entre ceja y ceja que tenemos que hacer un duatlón de montaña y que este iba a ser el de Súria, preciosa localidad de la provincia de Barcelona.
He intentado por muchos medios de hacerle ver que la elección no era muy acertada:
"Mira Alfons, que eso es a finales de febrero y yo llevo muchos años sin correr", "Que no llego a esa fecha ni de coña", "Que los organizadores querrán ir a cenar a una hora prudencial", pero con este tio no hay forma.
Ayer al llegar al trabajo encontré encima de mi mesa la impresión del folleto de esa prueba, que Alfons "muy amablemente" me había hecho llegar. Cuando vi el perfil altimétrico casi me da un patatús y es por eso que aquí lo enseño.
La primera zona de carrera a pie es de 6,5 kilómetros y tiene un perfil que a mí, personalmente, me parece inhumano.
Acostumbrado como estoy a correr en llano, ese pico puntiagudo me da escalofríos y vuelvo a dudar de la integridad mental de mi compañero y guía en esta historia. Sobre la de los organizadores no voy a pronunciarme no vaya a ser que me descalifiquen antes de hora.
Para intentar hacerme una idea de lo que puede ser un subidón de ese calibre, esta tarde me he vestido de torero y me he ido a correr a la montaña de Badalona. Para los que no conozcáis la orografía de mi ciudad, os comentaré que está entre el mar y la montaña, con el nucleo urbano en la zona marítima pero con una zona montañosa que quedó arrasada en un pavoroso incendio en 1994. Al estar tan cerca del mar su altura no es grande, pero presenta pendientes considerables.
Como decía, me visto - casi me atrevería a decir que me disfrazo- de corredor y decido dar una vuelta por los caminos que habitualmente recorro en bicicleta. La idea es subir hasta la zona alta de esa sierra, llamada de Marina, a ver que pasa después de mi encuentro el sábado con Lord Farquaad... o era Farklet.
Poco a poco empiezo a recorrer algunos de mis caminos habituales. Me encuentro bien a pesar de unas molestias iniciales en ambas rodillas que poco a poco, al calentarse, van desapareciendo.
Encuentro a gente paseando, en bicicleta - jo, que envidia, pero hoy has venido a correr- y después de 23 minutos y 3,5 kilómetros llego arriba. Jolines, que satisfacción, he subido sin tener que pararme a descansar. La tarde es soleada, buena temperatura y la vista desde arriba, como siempre, magnífica.
El ritmo ha sido el de siempre -patético- y las pulsaciones también como siempre - por las nubes-, pero aun así estoy contento. "Venga Santi, ahora pabajo".
La bajada no es tan descansada como se podría pensar a pesar de contar con la ayuda de la gravedad. Tengo que ir reteniendo todo el rato si es que quiero llegar abajo con rodillas y no perderlas por el camino.
Tardo algo menos en bajar y llego a donde tenía aparcado el coche con 6,5 kilómetros en 42:30. Mis estiramientos de rigor y para casa.
Al llegar descargo el track del GPS y veo que el desnivel de subida ha sido de un poco más de 150 metros.
Eso estaría muy bien, para un piltrafilla como yo, pero en Súria el desnivel de subida será de casi 400 metros en la misma distancia. Lo que yo decía, inhumano.
Seguiré entrenando durante estos pocos días que faltan, pero creo, sinceramente, que todo esto es un poco precipitado.
De todas maneras si hay que ir a Súria iremos y se hará lo que se pueda.
Cada día estoy más de acuerdo con lo que decía nuestro admirado Asno al pasar sobre el puente de cuerdas que conduce al castillo de la Princesa Fiona: "¡¡¡Voy a morir, voy a morir!!!"