Después de unos días de vacaciones eminentemente ciclistas, he vuelto a las andadas, o mejor dicho, a las carreras, con el ánimo dispuesto a afrontar nuevos retos.
Mi Maestro Alfons es el encargado de ponerme la zanahoria delante del hocico logrando que, como buen burro que soy, siga persiguiéndola sin darme cuenta de que una cosa es perseguirla y otra bien distinta es alcanzarla.
Hace ya algún tiempo fabriqué un calendario al que, sin devanarme mucho los sesos, llamé "Calendario de los Piltrafillas" y donde mi Maestro y yo mismo hemos ido apuntando los diferentes eventos deportivos, tanto de carreras como de marchas ciclistas, que más nos apetecen realizar, a fin de ir consensuando los que haremos y los que no.
Después de la Cursa de Bombers, este calendario ha tenido un brote de eventos como si de acné primaveral se tratara: carreras de 10K, 1/2 M, han salido de la nada y se han plantado en los días que más oportunos les ha parecido. Mucho me temo que Alfons ha tenido algo que ver en todo esto, el muy ladino...
Debe ser que, viendo que no casqué en mi primer 10K, se ha creído que esto es jauja y ha debido de confundirme con un corredor de verdad al igual que le pasó al ingenioso hidalgo con los molinos de viento.
Aunque ahora me esté quejando, la verdad es que yo entro al trapo como un Vitorino de los buenos, sin que me enseñen demasiado la muleta y tardo poco en apuntarme a los bombardeos que haya, al grito de "si hay que ir se va". Debo ser de buena ganadería.
Con este panorama que se avecina, no me queda más remedio que ponerme las pilas y entrenar para esa epidemia de eventos que plagan nuestro calendario.
De momento ya he empezado a alargar las salidas y a intentar meter más volumen, aunque no creo que sea cuestión de decibelios sino de gónadas esto de ponerse a entrenar con dos pares... de narices.
El viernes, a trote cochinero, volví a retomar mis carreritas por el Paseo Marítimo. Pretendía no acelerarme y disfrutar del paisaje, volver a tener buenas sensaciones y testear las rodillas que son mi talón de Aquiles.
Con estas directrices me puse manos a la obra, bueno, fueron pies a la obra y empecé a correr. La tarde estaba nublada pero la temperatura era muy buena y el mar estaba hecho una piscina sin una ola.
Así, sin nada destacable seguí corriendo hasta que al llegar a la estación de Renfe de Montgat Norte, cuando me faltaban unos 10 metros para llegar, una muchacha de muy buen ver que estaba colocándose unos auriculares -supongo que se estaba ajustando el volumen- empezó a correr justo delante mío.
He de confesar que repentinamente perdí el interés por la playa, la arena, los surfistas -¡¡que no había surfistas, que no había ni olas!!- y por todo lo que me rodeaba. No puedo decir que perdiera totalmente la conciencia de mi alrededor pero la verdad es que perdí el interés por casi todo.
La referida compañera de actividad deportiva iba justamente a la misma velocidad que yo con lo que mantuvimos una distancia de unos 5 metros de forma estable durante 1 kilómetro más o menos hasta que se detuvo dando por terminada su carrera.
Quiero pensar que el hecho de que se detuviera se debió al cansancio y no a que notara mi mirada clavada en la nuca... o donde fuera, aunque es bien sabido que las mujeres tienen muchas más capacidades que los hombres y no me extrañaría que la hubiera notado.
Allí se quedó, con la melena morena al viento mientras yo me alejaba hacia mi destino. No me giré a mirarle la cara por vergüenza torera, pero puedo afirmar que tomé buena nota de la matrícula y de su volumen.
Comparado con este episodio, el resto de la salida no tiene el más mínimo interés.
Sólo añadir que las sensaciones fueron buenas, que las rodillas no se quejaron demasiado y que creo que no he perdido la forma en estos días de inactividad.Mi Maestro Alfons es el encargado de ponerme la zanahoria delante del hocico logrando que, como buen burro que soy, siga persiguiéndola sin darme cuenta de que una cosa es perseguirla y otra bien distinta es alcanzarla.
Hace ya algún tiempo fabriqué un calendario al que, sin devanarme mucho los sesos, llamé "Calendario de los Piltrafillas" y donde mi Maestro y yo mismo hemos ido apuntando los diferentes eventos deportivos, tanto de carreras como de marchas ciclistas, que más nos apetecen realizar, a fin de ir consensuando los que haremos y los que no.
Después de la Cursa de Bombers, este calendario ha tenido un brote de eventos como si de acné primaveral se tratara: carreras de 10K, 1/2 M, han salido de la nada y se han plantado en los días que más oportunos les ha parecido. Mucho me temo que Alfons ha tenido algo que ver en todo esto, el muy ladino...
Debe ser que, viendo que no casqué en mi primer 10K, se ha creído que esto es jauja y ha debido de confundirme con un corredor de verdad al igual que le pasó al ingenioso hidalgo con los molinos de viento.
Aunque ahora me esté quejando, la verdad es que yo entro al trapo como un Vitorino de los buenos, sin que me enseñen demasiado la muleta y tardo poco en apuntarme a los bombardeos que haya, al grito de "si hay que ir se va". Debo ser de buena ganadería.
Con este panorama que se avecina, no me queda más remedio que ponerme las pilas y entrenar para esa epidemia de eventos que plagan nuestro calendario.
De momento ya he empezado a alargar las salidas y a intentar meter más volumen, aunque no creo que sea cuestión de decibelios sino de gónadas esto de ponerse a entrenar con dos pares... de narices.
El viernes, a trote cochinero, volví a retomar mis carreritas por el Paseo Marítimo. Pretendía no acelerarme y disfrutar del paisaje, volver a tener buenas sensaciones y testear las rodillas que son mi talón de Aquiles.
Con estas directrices me puse manos a la obra, bueno, fueron pies a la obra y empecé a correr. La tarde estaba nublada pero la temperatura era muy buena y el mar estaba hecho una piscina sin una ola.
Así, sin nada destacable seguí corriendo hasta que al llegar a la estación de Renfe de Montgat Norte, cuando me faltaban unos 10 metros para llegar, una muchacha de muy buen ver que estaba colocándose unos auriculares -supongo que se estaba ajustando el volumen- empezó a correr justo delante mío.
He de confesar que repentinamente perdí el interés por la playa, la arena, los surfistas -¡¡que no había surfistas, que no había ni olas!!- y por todo lo que me rodeaba. No puedo decir que perdiera totalmente la conciencia de mi alrededor pero la verdad es que perdí el interés por casi todo.
La referida compañera de actividad deportiva iba justamente a la misma velocidad que yo con lo que mantuvimos una distancia de unos 5 metros de forma estable durante 1 kilómetro más o menos hasta que se detuvo dando por terminada su carrera.
Quiero pensar que el hecho de que se detuviera se debió al cansancio y no a que notara mi mirada clavada en la nuca... o donde fuera, aunque es bien sabido que las mujeres tienen muchas más capacidades que los hombres y no me extrañaría que la hubiera notado.
Allí se quedó, con la melena morena al viento mientras yo me alejaba hacia mi destino. No me giré a mirarle la cara por vergüenza torera, pero puedo afirmar que tomé buena nota de la matrícula y de su volumen.
Comparado con este episodio, el resto de la salida no tiene el más mínimo interés.
Sigo teniendo el Bartolo en mente, así que tendré que dejarme de matrículas y entrenar con el volumen a tope si quiero que deje de ser una utopía y se convierta en algo más real.