Martes
El martes por la tarde a pesar de que los compromisos familiares me tenían los horarios más apretados que la sección de oportunidades de El Corte Inglés el día de inicio de las rebajas, me vestí de bombero-torero y me dispuse a desgastar la suela de las zapas contra el todavía caliente asfalto.
A pesar de estar ya a mediados de septiembre, el calor era más que notorio y la humedad típica de estos lares no ayudaba mucho, la verdad. Así me dirigí al paseo fluvial del río Besós con el ánimo de correr durante unos 40 minutos, que eran de los que disponía, con una cierta calidad y al grito de "aquí ya se han acabao las mariconadas".
Con poco garbo, pues la cosa no está para tirar cohetes, me fui enfrentando a las primeras zancadas, esas en las que siempre me duele todo: la rodilla izquierda, el gemelo derecho y sobretodo la estrella de esta temporada... ¡¡los isquios de la pierna derecha!!.
Para presentar debidamente a la molestia estrella diré que desde la primera toma de contacto por el lejano mes de agosto en tierras cordobesas, he venido notando esa molestia en forma de pinchazo en la parte posterior del muslo derecho. Al principio no le presté mucha atención: "Esto va a ser un trozo de lechón indigesto", después le eché la culpa al chorizo y a las morcillas pero el dolorcillo no acababa de marcharse.
Ya de vuelta en casa y a pesar de haber dejado de consumir esos derivados porcinos presuntos causantes del mal, la molestia no se iba y la notaba incluso al andar. Tres aplicaciones de Feldene Gel bastaron para que desapareciese hasta que el martes regresó sin pedir permiso siquiera. Al parecer me ha tomado cariño, ciertamente no correspondido.
Haciéndome el despistado seguí trotando y cumpliendo más o menos con lo planeado. Los primeros 30 minutos, después del calentamiento pertinente, los hice a un ritmo un poco más vivo -casi parecía un corredor de nuevo, que no un corredor nuevo pues la edad no perdona- pero al emprender el regreso a casa, justo en una cuesta arriba que pasa por delante de un Hospital -¿sería una premonición?- el dolor dijo "aquí estoy yo piltrafila"y tuve que cambiar el trote cochinero por el paseo dominguero. Está claro que, sea lo que sea que le pase a la pata, le gustan las subidas lo mismo que a mí, o sea nada de nada.
Con este panorama, al acabar la cuesta arriba seguí trotando con un poco de cuidadín hasta recoger a la retoña en la puerta del cole. El dolor, al llegar al llano se volvió a mutar a molestia y sin más contratiempos pude supervisar los juegos infantiles de mi retoña en el parque.
A pesar de estar ya a mediados de septiembre, el calor era más que notorio y la humedad típica de estos lares no ayudaba mucho, la verdad. Así me dirigí al paseo fluvial del río Besós con el ánimo de correr durante unos 40 minutos, que eran de los que disponía, con una cierta calidad y al grito de "aquí ya se han acabao las mariconadas".
Con poco garbo, pues la cosa no está para tirar cohetes, me fui enfrentando a las primeras zancadas, esas en las que siempre me duele todo: la rodilla izquierda, el gemelo derecho y sobretodo la estrella de esta temporada... ¡¡los isquios de la pierna derecha!!.
Para presentar debidamente a la molestia estrella diré que desde la primera toma de contacto por el lejano mes de agosto en tierras cordobesas, he venido notando esa molestia en forma de pinchazo en la parte posterior del muslo derecho. Al principio no le presté mucha atención: "Esto va a ser un trozo de lechón indigesto", después le eché la culpa al chorizo y a las morcillas pero el dolorcillo no acababa de marcharse.
Ya de vuelta en casa y a pesar de haber dejado de consumir esos derivados porcinos presuntos causantes del mal, la molestia no se iba y la notaba incluso al andar. Tres aplicaciones de Feldene Gel bastaron para que desapareciese hasta que el martes regresó sin pedir permiso siquiera. Al parecer me ha tomado cariño, ciertamente no correspondido.
Haciéndome el despistado seguí trotando y cumpliendo más o menos con lo planeado. Los primeros 30 minutos, después del calentamiento pertinente, los hice a un ritmo un poco más vivo -casi parecía un corredor de nuevo, que no un corredor nuevo pues la edad no perdona- pero al emprender el regreso a casa, justo en una cuesta arriba que pasa por delante de un Hospital -¿sería una premonición?- el dolor dijo "aquí estoy yo piltrafila"y tuve que cambiar el trote cochinero por el paseo dominguero. Está claro que, sea lo que sea que le pase a la pata, le gustan las subidas lo mismo que a mí, o sea nada de nada.
Con este panorama, al acabar la cuesta arriba seguí trotando con un poco de cuidadín hasta recoger a la retoña en la puerta del cole. El dolor, al llegar al llano se volvió a mutar a molestia y sin más contratiempos pude supervisar los juegos infantiles de mi retoña en el parque.
Miércoles
El despertar del miércoles fue bastante típico, aunque al sueño y a los bostezos habituales se les añadió un cansancio muscular en las piernas que me hicieron creer que había entrenado "con intensidad", aunque quizás excesiva...
A lo largo del día esas molestias se fueron convirtiendo en agujetas y a partir de media mañana, los primeros pasos al levantarme de una silla eran parecidos a los de un pésimo imitador del admirado Chiquito de la Calzada. Esta mutación en los midiclorianos se mantuvo durante el resto del día, acompañado a veces de un gemido de "no puedor, no puedor..." que delataba mi penoso estado físico.
Por la noche recibí una llamada telefónica de mi Maestro Alfons y estuvimos comentado el cambio de fechas para la 1/2 M de Sant Cugat donde pretende que lo acompañe y que ahora parece ser que se celebrará el 29/10. Ya veremos si llego a esa movida con perspectivas de acabarla... antes de que acabe conmigo.
Jueves
Bastante recuperado pude retomar mis gráciles andares y ahora sólo ando como Chiquito a voluntad. Durante el día la mejoría siguió y hoy...
Viernes
La recuperación es prácticamente del 100% y ya estoy pensando en que mañana sábado, si los restos de Gordon no vienen a tocar las narices por el NE peninsular, voy a ver qué aspecto tiene el Paseo Marítimo de Badalona a El Masnou dándome unas carrerillas por el lugar, ya que desde este verano no lo visito, aunque en aquellas ocasiones la sombrilla, la tumbona y las bolsas que llevaba colgadas no me permitían correr mucho que digamos. Además las chanclas playeras tampoco hubieran ayudado mucho.
¡Ay!, que días veraniegos más añorados...